ESTRUCTURA
Realizar exposiciones ordenadas ayuda al jurado a seguir la línea de pensamiento del equipo. Podemos distinguir entre:
- Estructura del discurso: orden lógico de las ideas a exponer. El criterio de ordenación puede ser muy diverso en función de la estrategia adoptada, pero el conjunto debe presentar una coherencia (exponiendo, por ejemplo, causas antes que efectos). El objetivo es facilitar la comprensión por parte de aquellos que lo escuchan y tienen que valorarlo.
- Estructura interna de cada intervención: introducción, cuerpo y conclusión. Se trata de una estructura base para todas las intervenciones, sea cual sea el turno en el que se encuentre el orador.
LENGUAJE
Un buen orador utiliza un lenguaje correcto y un vocabulario amplio para dar a sus ideas una forma elegante y efectiva. Algunos de los aspectos que debe cuidar son:
- Corrección sintáctica y morfológica en la composición de las oraciones.
- Corrección semántica (utilización de la palabra precisa para la idea que quiere expresar)
- Riqueza de vocabulario (huyendo de palabras pretenciosas). Se trata de disponer de palabras adecuadas en todo momento. Es útil:
- El conocimiento y la utilización de sinónimos y antónimos
- Trabajar sistemáticamente en la ampliación de vocabulario.
- Intentar evitar el uso de palabras excesivamente técnicas, vocablos extranjeros… que puedan no ser comprendidos por el público.
Además de una exposición correcta, un orador que pretenda convencer debe asegurarse de que es escuchado. Un buen discurso debe ser dinámico, ameno (divertido cuando la ocasión lo permita) y atrayente, que despierte y mantenga el interés de la audiencia y la involucre en la causa que se está defendiendo. Para ello puede servirse de distintas técnicas:
- Utilización de imágenes, figuras literarias y recursos estilísticos. Adornan el discurso y lo hacen más gráfico. Algunos de ellos (metáforas, símiles, refranes, etc.) forman parte del lenguaje cotidiano, de modo que en ocasiones son utilizados sin tener consciencia de ello.
- Utilización del humor; para escapar de situaciones de tensión, romper el ritmo en un momento determinado, ganarse el favor de la audiencia, etc.
ASPECTOS FORMALES
Cada persona tiene una manera diferente de hablar, y es importante que cada orador imprima su sello personal en sus intervenciones. Sin embargo, hay requisitos que deben cumplirse en todo caso:
- Clara y correcta pronunciación. No se puede pedir a la audiencia un doble esfuerzo: por un lado comprender las ideas que subyacen en el discurso y por otro, entender las palabras que salen de boca del orador. El primero es inevitable, pero es requisito imprescindible de un buen orador tener una pronunciación clara y precisa, para facilitar una comprensión inmediata.Es importante que la pronunciación no sea forzada, ya que se perdería naturalidad. Como toda capacidad, la pronunciación puede entrenarse. Existen diversas prácticas que permiten mejorar la dicción. Algunas de ellas son:
- Leer en voz alta a diferentes velocidades
- Hablar o pronunciar un discurso con un bolígrafo o similar entre los labios.
- Hablar en voz alta tomando conciencia del movimiento y posición de los labios y la lengua al pronunciar las diferentes sílabas.
- Practicar con trabalenguas populares.
- Velocidad del discurso. Tiene relación directa con el apartado anterior, ya que si un orador habla demasiado deprisa, no será capaz de terminar las palabras y oraciones, y su pronunciación será deficiente. Por otra parte, si la audiencia tiene que realizar un gran esfuerzo para seguir al orador, acabará cansándose y dejará de escucharle. Si el discurso es demasiado lento, los oyentes se aburrirán y el resultado final será el mismo.Hay que procurar adaptar la velocidad al momento del discurso, y sobre todo, al tema a tratar. Temas profundos, que deban ser tratados con especial seriedad o que requieran un esfuerzo de comprensión por parte de la audiencia siempre conllevarán un discurso más lento que las anécdotas o los temas superficiales.
- Pausas. Todo orador necesita introducir en su exposición pequeñas pausas para respirar y regular su entonación. Este tipo de pausas son en lenguaje hablado el equivalente de los signos de puntuación en el lenguaje escrito, y son necesarias para que el orador no se quede sin aire, para separar ideas, etc.Durante una exposición prolongada, es recomendable hacer pausas cada cierto tiempo para beber agua, con el fin de limpiar las cuerdas vocales y así evitar el cansancio de la voz. De lo contrario se puede producir ronquera y dolor de garganta. Existe otro tipo de pausas, de duración algo mayor, cuya función es esencialmente psicológica. Mediante ellas el orador puede perseguir distintos fines:
- crear una expectativa o conseguir el silencio del auditorio antes de iniciar el discurso
- separar partes diferenciadas de la exposición
- llamar la atención sobre un dato importante después de haberlo enunciado
- hacer reflexionar al público sobre una pregunta hipotética o afirmación realizada antes de continuar con su exposición
Es importante para un orador saber introducir un silencio en los momentos clave de la exposición. Una pausa oportuna es muestra de dominio de la situación y ausencia de nervios. Siempre hay que tener en cuenta que los silencios también comunican, por lo que la actitud durante ellos es muy importante: movimientos pausados, respiración controlada, mirada al auditorio, etc.
- Modulación correcta de la voz. Se trata de dar la entonación y el volumen apropiados para cada parte del discurso, con el fin de dar énfasis a los datos importantes, recuperar la atención de la audiencia mediante cambios bruscos de volumen (aumentándolo o bajándolo), etc.Cada orador debe trabajar para ser capaz de aumentar el volumen sin resultar estridente y bajarlo manteniendo la firmeza. Se debe huir de exposiciones lineales que resultan monótonas y acaban distrayendo la atención de la audiencia. Por otro lado, el volumen medio de la voz debe ser tal que todo el auditorio pueda escuchar las exposiciones sin esfuerzo (hay, por tanto, que hablar para aquellos situados en las últimas filas). Además, hay que considerar que el volumen apropiado no será el mismo en una sala llena que vacía, en una sala alfombrada que con suelo y paredes de madera, ya que en los primeros casos el sonido es absorbido, mientras que en los segundos no.
- Timbre de voz. Cada orador debe conocer su timbre de voz, y realizar esfuerzos por corregir posibles deficiencias (voz excesivamente grave o aguda, nasal o gutural). Nadie oye su propia voz tal y como les suena a los demás, por lo que es importante realizar ensayos ante otras personas y grabaciones a partir de las cuales analizar los aspectos que es preciso mejorar.Tener una voz agradable resulta de gran ayuda para todo orador, ya que será lo primero que perciba el público una vez comience el discurso, y contribuirá a mantener la atención durante éste.
- Evitar las muletillas. Hay que prestar atención en cómo se empiezan las frases, eliminando los “humm”, “eeh”, “bueno”, etc. Durante la exposición debe evitarse la repetición de expresiones como “es decir”, “por supuesto”, “o sea”. Las muletillas tienen un efecto cacofónico y el público se distrae, acabando por estar más pendiente de contar las veces que un orador pronuncia una palabra determinada que de escuchar el contenido de sus mensajes.
LA PUESTA EN ESCENA
Es importante ganarse desde el primer momento el favor del auditorio. Las reacciones del público, sin ir más lejos, serán tenidas en cuenta por el jurado inevitablemente. Por tanto, todo el equipo debe cuidar desde su entrada a la sala su actitud y comportamiento, y no sólo las palabras que emiten los oradores. La audiencia -el jurado y el público- que presencia un debate no se limita a escuchar, sino que son espectadores que observan todo lo que sucede en la sala. Esto debe ser tenido en cuenta por todos aquellos que se encuentren debatiendo (y no sólo por los oradores que se encuentren en su turno de intervención). Así, existen toda una serie de elementos que, sin formar parte de la argumentación propiamente dicha, llegan a influir en la decisión de aquellos que tienen que determinar el resultado del debate.
EL LENGUAJE NO VERBAL.
Los gestos y movimientos transmiten expresividad a los mensajes, aportando información que complementa el significado de las palabras. Es por tanto, una labor importante (y complicada) controlar toda la información que se emite a través de la comunicación no verbal. Factores clave en la comunicación no verbal:
- Naturalidad: Aunque los ademanes que acompañan a un discurso deben ensayarse, su ejecución debe ser natural y sin exageraciones.
- Coherencia con lo que dice el discurso.
- Coherencia con la personalidad del orador.
Algunos de los elementos no verbales que emiten información son:
- La postura: Erguida, al tiempo que relajada. Si se está de pie es conveniente repartir el peso de forma uniforme entre ambas piernas, ya que es menos cansado y se evita el balanceo entre una pierna y otra que puede distraer a la audiencia. Si existe el espacio suficiente, el orador puede andar por la sala mientras realiza la exposición, lo cual dará sensación de naturalidad y seguridad. Si se está sentado, se debe inclinar ligeramente el cuerpo hacia delante, para indicar interés.
- Los gestos. Son manifestaciones de los sentimientos de una persona en un momento determinado. A través de las expresiones de la cara, los brazos, etc. un orador puede comunicar toda la gama de matices que van desde la inseguridad hasta el aplomo, desde la sorpresa hasta la certidumbre de que algo iba a pasar, desde la indiferencia hasta la emoción.Existen gestos que tienen un significado aceptado generalmente por la sociedad: mover la cabeza de arriba abajo supone afirmar, guiñar un ojo es un signo de complicidad, etc. Sin embargo, debe tenerse en cuenta si los receptores pertenecen a la misma cultura que el orador, ya que un determinado gesto puede tener significados muy diferentes, e incluso opuestos. Otro aspecto relevante en cuanto a los gestos es su amplitud y velocidad. Los gestos grandilocuentes resultan demasiado teatrales, de modo que parece que el discurso carece de contenido. En cuanto a los gestos bruscos, aspavientos, etc. suelen darse cuando el orador está nervioso y no controla la situación. Al igual que con las palabras, el ritmo de los gestos debe adecuarse al contenido del discurso y el momento en que se encuentra el debate.
- Las manos. Un problema bastante frecuente, sobre todo en las primeras intervenciones en público, es que no se sabe qué hacer con las manos. Vuelve a ser importante la naturalidad. No se deben mantener los brazos rígidos pegados al cuerpo, ni gesticular constantemente. Para controlar los movimientos de las manos, se pueden mantener ocupadas sujetando las notas, el micrófono (si la sala dispone de él) o un bolígrafo, aunque hay que tener cuidado: jugar con el bolígrafo o repiquetear sobre la mesa o el atril con él demuestra nerviosismo.
- La mirada. Se podría considerar el apartado fundamental de la comunicación no verbal, ya que su importancia viene determinada en dos sentidos: por un lado, permite al orador conocer la impresión que sus palabras están causando en la audiencia, y por otro, proporciona información acerca del propio orador.Con respecto al primer punto, es fundamental establecer un contacto visual directo con los receptores, mirando a aquel grupo de la audiencia al que va dirigido el discurso en ese momento determinado (el jurado, el equipo contrario, un sector concreto del público, etc.). Se trata de que cada receptor sienta que el mensaje va dirigido concretamente a él, en lugar de ser un discurso preparado para una masa. Además, a partir de la retroalimentación que supone la reacción del público, el orador podrá ir adaptando los mensajes tanto en tono como en contenido, en función de lo que sea necesario en ese momento. La mirada debe ser utilizada para captar y retener la atención, pero también para ganar confianza. Así, cuando se inicia una exposición es conveniente centrar la mirada en sectores del público que demuestran una actitud interesada, para después posarla alternativamente en otros, intentando abarcar a todos los grupos. En cuanto al segundo apartado, la mirada es el signo externo que evidencia el estado interno del orador, debido a que es uno de los elementos más difíciles de controlar. A través de ella, el emisor de los mensajes manifestará su seguridad, determinación, o por el contrario, su incomodidad, timidez, duda, etc. Es por ello importante no tener miedo a mirar al interlocutor a los ojos, lo que demuestra confianza y franqueza. Por otro lado, hay que tener en cuenta la forma de mirar, ya que una mirada fija en una persona durante mucho tiempo puede ser interpretada como un desafío, una amenaza o un signo de mala educación.
INDUMENTARIA
En cualquier tipo de comunicación, la primera impresión sirve para predisponer al público. En el caso de una comparecencia en público, esta primera impresión viene inevitablemente determinada por la presencia. No se trata tanto de las características físicas del orador, sino de su porte y lo adecuado de su indumentaria para la ocasión, lo que en primer término ganará el favor de la audiencia. Cada ocasión requiere un tipo de atuendo, y es tan incorrecto equivocarse por defecto como por exceso. La atención del jurado y la audiencia no debe distraerse de lo esencial, que es el discurso.
EL ESPACIO.
Según el profesor Edward T. Hall, se considera distancia pública aquella que está entre los 360-750 cm. Generalmente el orador se encontrará detrás del atril, y la distancia que exista entre éste y la mesa del jurado o el público condicionará, entre otras cosas, su tono de voz. Sin embargo, una buena utilización del espacio es una buena herramienta para los oradores, que pueden utilizar la libertad de movimientos (aproximaciones, paseos por la sala, etc) para llamar la atención, resaltar algo, etc.
CONTROLAR LOS NERVIOS.
Es inevitable un cierto grado de nerviosismo antes de cualquier actuación importante, sobre todo si es ante un auditorio nutrido. Esto es algo natural, y por tanto no es negativo, siempre y cuando los nervios no hagan perder el control. Es importante que este estado no trascienda al jurado, la audiencia, y mucho menos al equipo contrario. Por ello es conveniente evitar signos evidentes de nerviosismo, tanto en el orador (miradas intranquilas a un lado y otro, movimientos bruscos, balanceos) como en su equipo (atención a las reacciones a los golpes de efecto del equipo contrario). Algunas personas sufren de lo que se conoce como “miedo escénico”. Es el temor al fracaso o a hacer el ridículo, principalmente, lo que lo ocasiona que en los momentos previos a una intervención el orador llegue a creerse incapaz de realizarla. Otro de los problemas relacionados con los nervios es la posibilidad de quedarse con la mente en blanco. Hasta el orador más preparado puede sufrir un bloqueo y olvidar por completo su discurso. En estos casos, es conveniente comportarse con naturalidad y reconocerlo abiertamente. En este caso, será tarea del equipo prestar su ayuda para llenar ese vacío. No existe mucha diferencia entre hablar frente a una docena de personas y un centenar. Si es capaz de conservar la calma frente a un auditorio pequeño, el orador será capaz de realizar sus exposiciones ante un número mayor de personas. Por tanto, los ensayos que puedan realizarse antes del debate frente al resto de los miembros del equipo, la red de colaboradores o un grupo de amigos pueden resultar de gran ayuda para vencer ese miedo a hablar en público. Aún queda una dificultad mayor: las cámaras de televisión. Muchas personas acostumbradas a intervenir en público se cohiben frente a una cámara y no son capaces de articular palabra y pensar con claridad. Esto también debe ensayarse.
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